domingo, 29 de marzo de 2009

El escalón de abajo

Carmen Posadas. Otra vez. Lo siento, es mi favorita y ya adelanto que, salvo que se me crucen otras "Palabras divinas", las de Carmen ocuparán también la próxima entrada a este blog.

Después de pasarme los domingos de los últimos años esperando el suplemento de "El Pais" para, cada dos semanas, leer las "Pequeñas infamias" de la señora Carmen Posadas, hete aquí que descubro otra de las muchas posibilidades de internet. Yo. Yo, reacia total a navegar todo lo que no fuera el mar; yo, no sólo poco diestra, sino más bien inútil total hasta para manejar el ratón (soy, para hacerse una idea, de las que localizado visualmente mi objetivo en el ordenador, pego la huella de mi dedazo índice a la pantalla ante las regañinas y la mirada estupefacta de hermano, novio, amigo o ayudante informático de turno); yo que -como Miguel Delibes dijo en una ocasión- creo firmemente que del corazón, de la cabeza a la pluma hay un impulso que el teclado no puede trasmitir y por tanto seguía (y sigo de vez en cuando) escribiendo con mi vieja estilográfica; yo, que,como Carmen Posadas -y cito literalmente palabras de su artículo "Algunas torturas veraniegas"-"en otras épocas de mi vida fingía que me encantaba despimporrame haciendo cosas todo el día para que no me tomaran por rara, para que mi novio de turno no creyera, por ejemplo que era poco "enrollada", o para que mis amigas no creyeran que era un ratón de biblioteca"; yo (otra vez) en fin...yo me encuentro con todos los artículos publicados por esta escritora de un plumazo -y nunca mejor dicho- gracias a esta navegación virtual.

Así puedo hoy comentar con quien se asome al blog no sólo uno, sino varios (Sólo varios, que lástima. Porque me gustaría tener tiempo, espacio y no resultar pretenciosa comentándolos todos, pero me temo que, sobre todo esto último, resultaría imposible. Por eso ya anunciaba que habría más). Hoy me voy a limitar a dos referentes a la búsqueda de la felicidad y a los efectos colaterales de la misma. Dos artículos ante los que mi vista se ha dormido rendida esta semana. Pues bien, habla esta gran articulista en "Efectos colaterales de la felicidad" del engendro de sociedad que hemos creado en la que hay obsesión por huir del aburrimiento, por estar haciendo continuamente cosas, por ocuparnos y sobrecargarnos de actividades (Y a nuestros hijos. Los que los tienen -recomiendo también el titulado "Dejad que los niños se aburran-). Y todo -esto lo digo yo- con tal de no pararnos a pensar, porque -también, esto es cosecha propia- pensar resulta aburrido, y además es de "poco enrolladas" o de gente que nos chinamos. Bien, pues colosalmente termina ese artículo Carmen diciendo que "lo paradójico y a la vez terrible, es que el tedio, no es otra cosa que un perverso efecto colateral de una vida feliz". Ni más ni menos. Ahí es nada. Así pienso yo tambien, caray, así que si no resulto muy tediosa, voy a continuar filosofando con lo que han escrito otros y creando mi página del blog, placer que no podría haber descubierto de no ser porque desde pequeña me enseñaron mis padres a aburrirme y se preocuparon así de dejarme encontrar mis propios mecanismos para sobrevivir al aburrimiento, que en mi caso fueron la lectura, la escritura y el pensamiento .Y así, de paso, me enseñaron a encontrar mi pequeña parcela de felicidad.

El segundo artículo se llama "La búsqueda de la felicidad" y entre sus líneas comenta la señora Posadas como hoy en día es tan dificil de encontrar porque nos empeñamos en comparanos con Angelina Jolie en vez de con nuestra vecina del quinto en estos nuevos tiempos de bonanza (pese a la crisis), a diferencia de lo que ocurría no tan antiguamente. Y tiempos de envidia, diría yo, aunque ciertamente envidia siempre la hubo. Y aquí es donde entra mi teoría (bueno, no es mía, ahora me explico) del "escalón de abajo". Me decía el otro día Rocío, la hermana de alguien querido que su abuela siempre le decía (que lío) que cuando se sintiese desdichada mirase el escalón de abajo, es decir viera que hay gente que está peor. Vamos , el viejo refrán de "mal de muchos consuelo de tontos " reconvertido en mal del de abajo, consuelo propio. Supongo yo que si fuésemos, en vez de con la cabeza tan altiva y con pretensiones tan ambiciosas como ridículas ; que si en vez de mirar tanto al escalón de arriba, mirásemos -como nos enseñaron nuestras abuelas- al escalón de abajo más a menudo, seríamos más solidarios y, por lo menos, menos infelices (valga la redundancia). Así nos va.

Pero como las comparaciones, desde luego para mi, siguen siendo odiosas aunque se trate de escalones, y no quiero correr el riesgo de que piense nadie que envidio la forma de escribir y el éxito de Carmen Posadas (que lo envidio,...las dos cosas) voy a dejar de navegar un rato y disfrutar del efecto colateral de amar la lectura. A ver si encuentro en el dominical de hoy las"Pequeñas infamias" de Carmen. Porque al fin y al cabo si ella no las piensa y las escribe nadie las puede llevar al maravillosos mar de internet.

Emma Peel

2 comentarios:

  1. La Progre Polemica dice: Estoy de acuerdo pero subir escalones mirando pabajo solo te lleva a meterte una ostia jejejeje. Me mola mas lo de que las comparaciones son odiosas y que la felicidad verdadera solo esta en el interior de cada uno (aunque a veces ayude mirar pabajo (pero poco))jejejejejejeje.

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  2. Creo que la gente mira más hacia arriba porque la envidia es uno de los peores defectos que tiene el ser humano....., nos gusta tener envidia y sentirnos desdichados. Y sólo cuando somos ''tremendamente felices'', tal vez nos dignamos a mirar el escalón de abajo, porque sólo en ese momento estamos totalmente seguros que abajo hay algo peor.

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