lunes, 29 de marzo de 2010

Mis peces fluorescentes



LA IMPORTANCIA DE LOS PECES FLUORESCENTES, de Almudena Solana, ha sido mi última lectura en esta época de reposo obligatorio que he tenido que tomarme. Fue un regalo de cumpleaños de una buena amiga que maldecía por no tener tiempo de abrir hasta que me tropecé con una acera y lo que primero fue una maldición se cumplió para luego transformarse en la bendición del tiempo y la ocasión para leer. Las oportunidades hay que aprovecharlas.


Almudena Solana es una escritora nueva para mi que manifiesta publicamente lo que también expongo yo, habiendo sido considerada en muchas ocasiones intrépida por ello, que cree en las hadas y en los sueños; que hay que perseguir los sueños para participar de modo activo en la vida; que desperdiciamos el tiempo esperando a que llegue el viernes o las vacaciones de agosto porque un lunes puede ser fantástico. En la última feria del libro firmó ejemplares a cincuenta y tres personas y dice recordar a cada una de ellas.


La novela cuenta la historia de tres insomnes: un enfermero prejubilado que desde entonces pierde el sueño; un técnico de la unidad del sueño que no pude dormir por las guardias a las que trabajo nocturno le obliga; y el director de un hospital que, desde la muerte primero de sus padres, luego de un amor, no ha podido volver a descansar en la oscuridad. Y dos ciudades, Madrid, que nunca duerme; y Los Angeles, la capital de los sueños. Así que yo, como buena insomne que soy, que de otra cosa no entenderé, pero de mal dormir si, me mostré interesada en esta historia desde el principio.


La aventura de Salvador, el enfermero al que-como a muchos- habiéndole llevado toda una vida profesional el esfuerzo de aprender a decir que "no", cuando por fin adquiere solera para conseguirlo, le obligan a seguir diciendo que "si", es la que más me gustó. Un hombre que "aún espera reconducir su vida hacia otro "moto prix" o vuelta ciclista porque es de aquellos que aún no se entristecen cuando ven una gloria ajena porque tambien ellos, un día, la esperan conseguir"; un hombre al que si el paso de las ilusiones le había quitado más que el paso del tiempo, supo reinventarse a si mismo; y un hombre que demostró-como escribe su creadora-que, aún estando acostumbrados a los héroes de las películas, la vida nos enseña héroes y heroínas mejores. Hubo un episodio que me hizo especial gracia. Narra la escritora como en los malos tiempos nada puede hacer pensar en la sorpresas que te tiene preparadas la vida "detrás de su caleidoscopio de brillantes colores", cuando describe al protagonista comprando y comiendo nueces con leche y leche con nueces que tragra por las noches porque ha oido que esta mezcla es inductora del sueño, y después lo presenta como ganador de un viaje a California, paraíso de las nueces tras un sorteo entre todos los consumidores de nueces de Caifornia que habían rellenado correctamente el formulario de la rifa ante notario.


El título se justifica casi al final de la obra cuando habla de los peces fluorescentes como "miles de seres de colores que te miran a la cara, te hacen burla y te da calor. La expresión misma de la gloria. Iluminan todo el camino hacia la superficie del mar cuando estamos hundidos y con ellos se hace la magia y, como las hormigas de las fábulas, todas juntas y bien organizados, logran transportar a un elefante. Así, rodeados de estos peces de colores estridentes, se puede volver de las pesadillas de la noche."


Dedicado a la visita de una amiga cuando estuve lisiada-como dice ella-, a mi poesía, mis letras en una página que ojalá algún día pueda vender y dedicar a cincuenta y tres personas, como Almudena Solana-yo también las recordaría a todas-, a mis libros, a las palabras y los gestos de Mel boy y de todos los que me cuidan y me han dado luz cuando he estado en la profundidad del mar. Dedicado a mis peces fluorescentes.



Emma Peel.

domingo, 28 de marzo de 2010

Haciéndonos los Suecos



Es decir, haciendo como que no va con uno, mostrandonos distraidos y tratando de que a uno no se le venga encima esto, lo otro o aquello. Algo que hoy en día está de manifiesto a todos los niveles de la vida, ya sea familiar, política, económica o personal. Cada vez existe más introversión y menos participación. Nos mojamos poco, o eso creo yo, y así nos va. Y lo que queda por venir.

Y hablando de suecos, en los últimos años es mayor la influencia de las tendencias provenientes del país escandinavo. Quién no tiene un mueble en su casa de la famosa empresa con mayúsculas, quien no ha comprado alguna vez una prenda de los innovadores hacheyeme, quien no ha leido o visto alguna de las historias de la "flamenca" y milenaria Noomi Rapace (hija de Jerezano cantaor flamenco,...vaya tela las cosas que se aprenden leyendo en este blog,...vaya tela!), quien no ha oido hablar de un tal Ibra, ariete del Barca y acompañante del pequeño Messi (para mi todavía no ha llegado a la categoría de Dios,...pero está cerca), quien instauró el destape en época de López Vázquez y Landa, quien no ha probado las Abbas con jamón... Quién?,...pues mucha gente, pero vamos, hoy mi homenaje a los suecos y a los que se/nos hacen/hacemos el sueco.

Y porqué, pues no sé. Será que llevo varias semanas entonando y haciendo tema de BSO de mi vida diaria la melodía de los grandes almacenes de los muebles (no voy a hacer publicidad porque no me pagan). Todo un "deja vu" el volver a llevar a Coke colgado en la mochila, y no niego que me ha dado muy buenos momentos en otros tiempos. Lo que ocurre es que cuando los ídolos se vuelven de carne y hueso muestran debilidades y se hacen terrenales, o lo que es lo mismo, con defectos como cualquier mortal, y ahí desaparecen los mitos. Pues eso, que esta melodía me hace reflexionar, y con ella, como Emma bien sabe, he apreciado que la realidad supera feacientemente a la ficción. Bravo!, que grandeza!.


Y sin hacerme el sueco, y entonando el "no puedo vivir sin tí..." dedico esta canción a todos los que en algún momento me habeis tenido en vuestros pensamientos y que con ello me haceis presente (nadie deja de existir mientras haya una persona que lo recuerde), y en especial a Emma, con la cual espero que solo haya una cosa que no pueda hacer (vivir sin ella).


Féliz semana de pasión. Y ojear el nuevo catálogo de IKEA.


domingo, 21 de marzo de 2010


Arturo Pérez Reverte, semanal XL, Patente de corso, 15 de marzo: "La orquesta del Titanic"


"Un recordatorio de que, por muy sobrado que navegue uno por la vida, siempre hay un iceberg esperando en alguna parte. Y aún más: cada éxito tiene, o al menos eso creí siempre, su trampa especíafica incorporada. Se planteó el tema de la orquesta del ""Titanic": esos músicos tocando en cubierta mientras el transatlántico insumegible se sumergía despacio en el mar frío y tranquilo. Alguien mencionó el episodio como rasgo característico de la estupidez humana. De como el ciudadano prefiere siempre que le toquen la música antes que enfrentarse a la realidad. Convine con ello, que me parece muy cierto; pero manifesté también que, en mi opinión, la orquesta del transatlántico simboliza algo más. También esta mesa, dije, mirando alrededor, es una orquesta del "Titanic". En tiempos como los de ahora, cuando los periódicos reducen las páginas de cultura a la mínima expresión, la existencia de fulanos-y fulanas-que no se resignan, y siguen dispuestos a contarle a la gente la historia de los libros que se publican, las exposiciones que se inaguran, la música que es posible escuchar, me parece más necesaria que nunca. Y algo está claro, añadí. EL MUNDO PARA EL QUE FUIMOS EDUCADOS YA NO EXISTE. Y los suplementos culturales de los periódicos son , sin embargo, en su conjunto, la música de la orquesta que suena como compañía y alivio de muchos. Como último bastión. Como analgésico que no quita la causa irremediable de dolor, pero lo alivia. "Morir matando"...Esas modestas páginas culturales que sobreviven, opiné, sirven para no resignarse. Para hacer que, al menos , a los imbéciles y a los ignorantes les sangre la nariz. Para recordarnos que aún es posible pensar como griegos, pelear como troyanos y morir como romanos. Para aceptar, en fin, el ocaso de un mundo y el comienzo de otro en el que no estaremos."



No he podido evitar, al encontrarme el domingo pasado con este artículo, y precisamente por encontrarme en una situación física que me ha dejado por fin tiempo libre y descanso mental para recuperar este blog que fue mi gran amigo el año pasado, no he podido evitar, iba diciendo, comparar esa orquesta del "Titanic" y esos suplementos culturales de los que haba el escritor de "El Asedio" ( buenísima su última novela , por cierto) con cada página, con cada entrada escrita en este blog. Que no es, ni más ni menos, que la forma a través de la que pretendí en un tiempo-y pretendo ahora de nuevo- participar activamente en este barco, que es el mundo de hoy-para el que tampoco a mi me educaron- que navega altivo sin darse cuenta de que fue tocado y hundido por un iceberg hace ya algunos años. Esta entrada, cada libro que leo, cada poema que invento, cada obra de teatro e incluso cada reforma de las leyes que estudio son distintas canciones, distintas melodías que sigue tocando mi banda de música que tampoco se conforma con la inmersión del transoceánico.


No sólo se escribe para-como decía Unamuno-trascender a través de la obra y ser inmortal, sino simplemente para sobrevivir a este naufragio; para reirse de la vida, como si soltáramos una carcajada sonora en el funeral de alguien que nadie nos dijo que había muerto.


Porque, siguiendo la optimista estela abierta por el articulista, quiza este mundo actual no sea el "Titanic"; quizá, aunque haya chocado con el iceberg, no se vaya a hundir del todo; quizá, aunque se hunda, quede supervivientes como los que seguimos empezinados en la cultura, la poesía, la música y al literatura; y finalmente quizá, aunque no quede ni uno solo, sea bueno hacer como dice Sabina en una de sus canciones "que el fin del mundo nos pille bailando".


Emma Peel