sábado, 4 de abril de 2009

Palabra de honor.

"Hubo un tiempo-dice Don Arturo Pérez Reverte en su Patente de Corso del semanal del 29 de marzo- un tiempo en el que los chicos nos pegábamos a la salida del colegio porque , durante el recreo,se había puesto en duda nuestra palabra de honor.En aquella época , más ingenua que esta...poner el honor como aval era un argumento al que algunos recurríamos con cierta soltura.Quizá porque también oíamos esa palabra en boca de nuestros mayores...en esa recta honradez que suelen tener los muchachos mientras no crecen...Eso solía zanjarse más tarde fuera de clase..puños.Zaca ,zaca. A veces , al acabar , nos dábamos la mano. A veces no.De cualquier modo , como digo , eran otros tiempos. Hoy le hablas a un chico de honor y lo más probable es que crea que acabas de fumarte algo espeso."

En los últimos párrafos del artículo, Pérez Reverte acaba relatando "una historieta personal que viene al pelo. Ocurrió hace casi treinta años, cuando yo conducía por una carretera del sur de España. Adelanté frente a un cambio de rasante, con el espacio justo para ponerme a la derecha sólo unos palmos de la línea continua. Una pareja de motoristas de la Guardia Civil, creyendo desde su posición lejana que yo había pisado la línea, hizo gestos enérgicos para que detuviera el coche. Paré en el arcén, seguro de que no había llegado a infringir las normas. Se acercó un picoleto joven..."¿Quién está la mando?", pregunté. "El cabo", respondió señalando al compañero. Era veterano, bigotudo. "¿Me da usted su palabra de honor -pregunté- de que me ha visto pisar la línea continua?". "Puede irse", respondió. "Gracias", dije. Y ahora intenten imaginar hoy una situación parecida: "¿Me da usted su palabra de honor , señor Guardia?" guardia revolcándose de risa por el arcén. Y luego, haciéndome la prueba del alcoholímetro y calzándome tres multas: "una por pisar la continua, otra por ir mamado y otra por gilipollas"

Hasta aquí la publicación del señor Reverte. Ahora voy yo, que desde luego ni en sueños podría medirme con Arturo Pérez Reverte. Tuve el placer de conocerlo personalmente (Yo a él, claro. No creo que él me recuerde en una sala abarrotada de gente mientras daba una charla). Muchos años han pasado de aquello. Tendría yo unos quince (ya me había enamorado sin remedio de la literatura) y el que llegara a ocupar un sillón en la Real Academía de la Lengua Española, confesó -ante la pregunta de una impertinente señora del público allí presente- que quería creer que empezaba a ser más conocido como escritor, que como presentador de "Código Cero" (creo que se llamaba así su programa televisivo como reportero de guerra). Fue en Santander, dentro del programa cultural que todos los veranos organiza la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en lo que llamaban "Los Martes Literarios". Yo, tímida enfermiza (más aún a los quince años) me quedé con ganas de levantar la mano y preguntarle muchas cosas. Esa tarde, calurosa en el Norte, por cierto, supe -y hoy lo se con más certeza- que aquel era un hombre con principios. Principios que intuyo ha querido trasmitir a través de su obra (no sería tan descabellado que si alguno de los que está leyendo esta entrada tuviera hijos o está pensando tenerlos les ofreciera leer o les leyera las entregas del "Capitán Alatriste". El pobre Don Arturo -creo yo - que, en estos tiempos, se conformaría con eso.)

Aquí los tenemos, a los buenos de los principios. Me los recoradaba el otro día mi amiga Lola ante una incidencia acaecida en mi trabajo con una compañera. Pensé :"Los principios, ¿cómo no había caido?". Tristemente en este mundo sólo hay dos clases de personas. Los que los tienen y los que carecen de ellos. Que cada uno juzgue a que clase pertenece o quiere pertenecer. Uno de esos principios es el que titula el artículo mencionado y el que encabeza este artículo: la palabra de honor, tener palabra (para que nos entendamos mejor).

Lo que a mi me importaba destacar de este artículo es la estrecha relación que hay entre los principios, tener palabra, por ejemplo, con la literatura. Yo he crecido leyendo "Los cinco" de niña; "Don Quijote de la Mancha" de adolescente y como lectura obligatoria del colegio (Gracias a mis profesores. Muchísimas gracias); y "Don Quijote de la Mancha" o "La Regenta" de adulta y voluntariamente (sorry por parecer presumida). Eran libros que me enseñaron, como mi abuelo o mi padre, el valor de los principios. Ignoro si los jóvenes de hoy leerán algo (obligatorio o voluntario); ignoro también si sus padres se preocuparán más de que aprendan principios antes que física cuántica, chino o lo que quiera que se aprenda hoy. Me temo que no.

No voy a ser yo la que diga si pertenezco a un tipo u a otro de personas. Lo que si puedo decir es que soy de esas a las que les resulta tremendamente fácil discernir (llámese intuición femenina o sentido común) a quien tiene palabra y a quien no la tiene. El problema es que mi bisabuela, muy pasiega ella, me enseñó a hacerme la tonta (esta teoría ya la explicaré otro día) y eso, claro, tiene un fallo: el que la gente crea que lo eres de verdad y se aprovechen de ti, si son del grupo de los carentes de principios.

Y como quiera que por azares de la vida he acabado ganándome las lentejas (tiene guasa la cosa)dando palabra de honor, "fe pública" de actuaciones judiciales, quiero dedicarle estas palabras mías de hoy a algunas personas de ese primer grupo, algunas que tienen principios tales como "lo que das te lo das; lo que no das te lo quitas" (no es mía la cita, por supuesto. No soy tan resabidilla) y los pegan en un lado de la pantalla del ordenador o en la puerta de la nevera para que no se les olviden; algunas que, ahora que ya no hay recreo, salen en tu defensa porque se ha puesto en duda tu honor, y te invitan a un cafe y a un cigarro en el bar de al lado del trabajo. Y a los del segundo grupo que se vayan aplicando un refrán que emplea mucho mi padre: "quien siembra vientos recoge tempestades".

Emma Peel

4 comentarios:

  1. Hola Emma, me ha gustado mucho lo que has escrito y que estoy de acuerdo contigo en casi todo.

    Lo que no me ha gustado es lo que has dicho de la física cuántica, a lo mejor exagero, pero como persona de Ciencias que soy y con principios no me ha gustado.

    La física cuántica la estudié en la universidad y es una asignatura muy interesante, bastante compleja y que requiere un esfuerzo entenderla. Nunca te has preguntado por qué el cielo es azul? porque el anochecer es rojizo? pues bien, gracias a la Física Cuántica estos dos fenómenos y otros muchos se pueden explicar.

    Dicho esto, te tengo que dar la razón en que hoy en día no hay principios ni palabras, ni promesas que valgan, por lo menos si salen de la boca de un menor de veinticinco años, Los hijos crecen como salvajes. Pero como van a tener principios si hasta la ley ampara esa falta de principios?

    ResponderEliminar
  2. Ojala Emma!ojala hubiera más gente con más principios, y habría menos envidias,menos venganzas, menos mentiras,...pero sobre todo menos egoísmo.

    ResponderEliminar
  3. Querida física cuántica:si esa asignatura tiene al respuesta a porqué el cielo es azul ,es que la física cuántica es poesía también , y la poesía es principios.Así que la propongo como enseñanza a los niños.Quien tiene boca se equivoca.Gracias por leerme.Emma Peel

    ResponderEliminar
  4. Palabra de "honor", qué básico y qué dificil encontrarlo si echamos un vistazo a nuestro alrededor. Menos mal que, aun así, quedan todavía de esos con principios, y que éstos se los transmitirán a sus hijos, y éstos a los suyos... Además, donde menos te lo esperes te encontrarás con una Emma que te dirá una frase que pegarás a un lado del ordenador, y te recordará que todavía y para siempre existirá el honor.

    ResponderEliminar