
El día que Mell boy me llamó para contármelo era un domingo en el que estaba a punto de escribir mi entrada semanal en el blog y no pude ni empezar ese artículo. Ni ninguno los domingos que siguieron a ese. Una de las lectoras a las que obligo a leer lo que escribo, Tania, me escribió un mensaje el otro día diciéndome"vuelve al blog", me di cuenta de que no podría hacerlo si antes no dedicaba este espacio a despedirme de Troylo porque -como ya he escrito que opina Pérez Reverte- cada vez que muere un perro el mundo se convierte en un lugar más triste. Y desde luego, mi mundo se volvió sencillamente peor desde que Troylo lo dejó de habitar.
Nunca sabré como hacerte llegar, querido perro, ni a donde (todavía me pregunto, igual que si fuera una niña pequeña, si existirá un cielo de los perros) lo triste que se ha quedado tu dueña desde que te has muerto, como decía Unamuno en unos versos que pensé que tardaría muchos años en tener que volver a recordar. Como tu marcha ha sido tan inesperada, al revisar uno de los artículos del blog en el que te mencionaba, me di cuenta de como presupuse que envejeceríamos juntos. No ha sido así y no se si casi mejor. No debimos de hacerlo mal el tiempo que vivimos juntos cuando soy consciente de que no pude haberte dado más. De que no pudiste haber disfrutado más. Me repito si escribo otra vez que los humanos deberíamos aprender de vosotros los perros. Yo debería aprender. Me he ahorrado verte envejecer y extinguirte (extinguirme un poco yo también contigo), que me consta que es lo más doloroso de cuidar a un chuco. El precio, justo o no, es que ya no te verá más cuando vaya a Úbeda. Ya no te vi la última vez que fui en el hueco en el que te gustaba esperar en la puerta del garaje y sólo quien haya tenido perro y lo haya perdido puede entender que se me cayera el alma a los pies. Lo que más añoraré de ti es tu mirada cuando me instalaba unos días en tu nueva casa y salía a buscarte (o salías tú a buscarme a mi) y al decirte solamente una palabra,"amigo", me mirabas y te echabas encima intentando abrazar como abrazamos los humanos e intentando decirme como poca veces sabemos decir los humanos:"gracias, amiga" .
Esta es la primera vez que escribo en esta pantalla algo mío directamente sin usar el artículo de algún escritor de escudo para emitir mis opiniones y ejercer mi aficción a la escritura, era ahora o nunca; y esta es mi última "charla con Troylo" pública. El resto de charlas las mantendré en privado, como mantengo con todas las cosas que ya he perdido, para que nadie crea que estoy mal de la cabeza. Cuando te marchaste me dijeron que debemos asumir sin mayor drama que los animales han venido a este mundo para hacernos la vida más feliz. Sin más. Así que, gracias, amigo, por haber hecho mi vida más feliz.
Emma Peel
AMIGO
